Carta de un creyente enfermo a un incrédulo

Hacía largos años que un creyente estaba enfermo, postrado en un lecho de sufrimientos, los que habían llegado a ser intensos. Tenía a Jesús como Salvador y el testimonio que daba de su amor, en sus penosas pruebas, era notable.

Un incrédulo célebre, quien negaba la existencia de Dios y, aun más, la del Salvador, envió a aquello creyente un escrito intitulado: «¿Quién era Jesús?» creyendo que así ponía a prueba a su fe. He aquí la respuesta que le dirigió el fiel discípulo de Cristo.

 

«Estimado señor:

Hace algún tiempo usted me remitió un tratado intitulado: «¿Quién era Jesús?». No tengo la fuerza —ni física, ni moral— para refutar las objeciones presentadas en ese folleto contra la fe en Jesús, ni tampoco para contestar a la pregunta sobre «quién era Él». Pero puedo decirle lo que Jesús es para mí, ahora que estoy en cama, enfermo.

Lo he hallado capaz de sostenerme y aliviarme, de fortificarme y guardarme en medio de dolencias que, sin Él, hubiesen sido inaguantables. Durante mis noches de insomnio y mis días de sufrimientos está conmigo, siempre presente, el Salvador que me ama, un “amigo hay más unido que un hermano” (Proverbios 18:24). Está tan cerca de mí, es tan precioso, que puedo regocijarme en lo que, de otra manera, no sería más que tinieblas; porque ignoro cuál será el fin de esta enfermedad.

Puedo confiar en Él quieta y alegremente, sabiendo que aquel que murió por mí hará todo por mi bien, y que, ora en la vida, ora en la muerte, no me dejará ni me desamparará. Su presencia, su amor, Él mismo, no son quimeras para mí, sino vivas realidades. En mis días de salud y de actividad, lo hallé tal cual Él dice ser, y ahora, en la enfermedad e impotencia, pruebo más que nunca la realidad de lo que Él es.

¿Me permite que le dirija unas preguntas en respuesta a las suyas? ¿Ha estado alguna vez en la condición que yo me hallo, no teniendo más que un paso entre usted y la eternidad? Si es así, ¿ha hallado en su incredulidad este consuelo, esta felicidad y este descanso que yo encuentro ahora en Jesús? ¿Si estuviera en mi lugar, se gloriaría en su sistema de incredulidad como yo puedo hacerlo en mi Salvador?

Usted quisiera que yo abandonara lo que es la vida de mi vida, la luz de mis tinieblas, la alegría de mis dolores; pero, ¿qué me daría en cambio? ¿Puede sinceramente recomendarme ahora que cambie mi fe por su incredulidad, que abandone la seguridad positiva que tengo para adoptar sus dudas e incertidumbres?

No puedo decirle todo lo que Jesús es para mí, porque las palabras no sabrían expresarlo y nadie puede entenderlo sino aquel que conoce a Jesús como amigo, su amigo personal; pero yo hallo que mi «sistema», que es Jesús, puede sostener la prueba del sufrimiento, de las tristezas, de los desencantos, de suerte que aun la proximidad de la muerte no puede hacer otra cosa que manifestar aun más su realidad y su valor. ¿Puede aseverar lo mismo del suyo?».


 

Lector, ¿posees tú un Salvador tal? Te invita a que acudas a Él hoy. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).